martes, 30 de diciembre de 2014

APRENDER CUESTA. DESAPRENDER, TODAVÍA MÁS.

             A los hijos y nietos, lo que deberíamos preguntarles cuando salen de la escuela, en lugar de "¿qué habéis aprendido hoy?", sería lo que han desaprendido: "¿Qué habéis podido echar por la borda, fuera de vuestra mente para siempre?". ¿Por qué es tan difícil desaprender y cambiar de opinión? Afortunadamente, procesos que parecen inexplicables a nivel individual, como desaprender lo aprendido, son la divisa aceptada a nivel de comunidad o grupo.

             La conciencia social parecería suplir las deficiencias de la conciencia individual a la hora del desaprendizaje necesario. El sentimiento de pertenencia a un grupo fortalece la cohesión social, y no necesaria ni únicamente las actitudes enquistadas en el prejuicio colectivo. Contamos con más pruebas del desaprendizaje social, como el que se dio en España durante la transición de la dictadura franquista a la democracia.

            La conciencia social tiene un poder normativo considerable. Nos hace sabedores de quiénes somos, de dónde están nuestros vecinos, de cuáles son las reglas del colectivo. Se trata de un instrumento importante y moderno. Si todo estuviera dejado al albedrío del inconsciente individual, sería mucho más difícil la convivencia en colectivos. Ahora bien, hay un problema serio. Cuando comparamos al resto de los animales con los humanos, siempre hablamos de instintos en el sentido de que determinados comportamientos, como sobrevivir y reproducirse, están inscritos en la propia naturaleza del animal. Se trata de instintos fuertemente determinados desde un punto de vista genético. El resto de los animales cuentan con las instrucciones precisas para sobrevivir. Los humanos, en cambio, cuando nacen, no puden hacer nada por sí mismos. Los humanos son "neoténicos", incapaces de sobrevivir por sí solos. Los humanos no nacemos con un fajo de instrucciones precisas, sino que las tenemos que aprender mediante la plasticidad cerebral. Por una parte, esto nos hace libres, pero por otra cometemos errores al elaborar nuestras instrucciones. De ahí que, tal vez, el precio de la libertad sea una buena dosis de infelicidad.

            Hoy por hoy, podemos echar por la borda miles de miles de pensamientos e ideas que nos perjudican. Es difícil imaginar una conquista mayor de la humanidad en los últimos cincuenta mil años.

            ¿Por qué la gente tiene tendencia a repetir aquellas mismas cosas que la hacen infeliz? ¿Por qué diablos tendemos a repetir aquellas conductas que nos sumen en la tristeza, en lugar de las que provocan sosiego o felicidad?

           Las acciones que el inconsciente nos lleva a hacer suelen ser para establecer algún tipo de equilibrio u homeostasis.

           Somos racionales, queremos encontrar a todo una explicación. 

            Pero nadie controla el inconsciente. Estamos aprendiendo a descubrir el hecho increíble de que miles de millones de personas han vivido sin saber lo que les ocurría interiormente. Nacieron, vivieron y murieron en este planeta sin apenas distinguir entre su inconsciente y su trayectoria supuestamente racional. 

            Venimos tan desprovistos de todo a este mundo que el precio que pagamos por esta libertad de no estar predeterminados es el error, la posibilidad de hacernos infelices.

            Las entrañas del inconsciente nos están revelando, por primera vez, que la infelicidad, la equivocación, es el resultado de una cierta libertad que no tienen los chimpancés o los reptiles... por lo menos todavía.

            ¿Por qué nos equivocamos tanto en comparación con el resto de los animales? 

            Existen razones genéticas.

            Un nivel inadecuado del coeficiente de inteligencia podría ser otra razón, más probable que las de orden genético, de cuantificar entre las causas decisivas. 

             Hemos descubierto dos singularidades:
             1) Que distintas arquitecturas cerebrales pueden arrojar el mismo coeficiente de inteligencia.
             
             2) Que a medio plazo, la perseverancia y el esfuerzo individual pueden suplir los déficits del coeficiente congénito.

              EDUARDO PUNSET.
                   EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.

PLASTICIDAD CEREBRAL.

           La lucha de antaño entre partidarios de la influencia del entorno y los que creen en el peso de la herencia genética ha sido sustituida ahora por el descubrimiento de la plasticidad cerebral, basada en datos experimentales. Nuestro cerebro no ha sido conectado una vez por todas -desde luego, no en función de los genes al nacer- ni tampoco al final del proceso de crecimiento del cerebro cuando termina la pubertad, aunque resulte difícil negar el gran impacto en la vida adulta de lo que ocurre en aquellos años iniciales.  El cerebro cambia continuamente con la experiencia, que deja huellas indelebles y, por supuesto, los cambios ocurren a niveles diminutivos en lo que llamamos sinapsis, donde las neuronas entran en contacto unas con otras. Tenemos cin mil millones de neuronas y cada neurona sintoniza con otras diez mil neuronas.

             Así que cuando se aprende algo o se adquiere cierta experiencia, algunas sinapsis en un circuito determinado serán más eficaces que antes. Ésta es la base, realmente, del aprendizaje y la memoria. De manera que el concepto de plasticidad -la idea de que el cerebro cambia con la experiencia- constituye un puente entre la neurociencia y el psicoanálisis porque la señal es un concepto que pueden compartir la neurociencia y el psicoanálisis. 
        
              ¿Estamos programados por las experiencias anteriores? ¿Podemos afirmar que cualquier tipo de experiencia que hayamos tenido hasta un momento dado determinará nuestra manera de comportarnos en el futuro?

              Pienso que estamos programados para no estar programados. Si nuestro interior, fabricado por la experiencia a través del mecanismo de la plasticidad, fuera todo él consciente, un producto cognitivo, nos comportaríamos de modo extremadamente racional y seríamos perfectamente predecibles. No es eso lo que ocurre en la vida real. Basta con mirar a nuestro alrededor. La verdad es que existe una realidad interior elaborada por la experiencia por la experiencia y el principio de plasticidad que es inconsciente y que, sin embargo, ejerce una gran influencia sobre nuestra conducta. Yo iría incluso más lejos: estoy convencido de que una gran parte de todo lo que hacemos se lo debemos al inconsciente; la conciencia es algo que a posteriori, después de haber actuado, nos permite saber lo que ha había decidido hacer nuestro inconsciente.

               El mecanismo de plasticidad nos permite liberarnos de los dos determinismos potenciales: el determinismo genético y, en cierto modo, el implícito en el propio principio de plasticidad. En teoría, por lo menos, la plasticidad podría representar un cierto determinismo dado que, al postular que toda experiencia individual deja una huella indeleble, estaríamos sugiriendo que haber escuchado una sinfonía de Mozart me convertiría de todas todas en un forofo del compositor. Eso no se tendría en pie.

              El recurso a la idea de una supuesta reasociación de huellas introduce un cierto grado de libertad en nuestra conducta. Si no, seríamos una especie de robots comportándose siempre de acuerdo con las instrucciones dejadas por la experiencia, sin posibilidad alguna de que fuéramos, por lo menos alguna vez, únicos, singulares, individuos distintos de los demás. 

               El inconsciente ha tomado la decisión de iniciar un movimiento incluso antes de haber decidido efectuar dicho movimiento.

                Los estados de ánimo nos influyen sin que lo sepamos. 

EDUARDO PUNSET.
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.

HEMOS SIDO DEMASIADO CONDESCENDIENTES CON LA RELIGIÓN.

       Muchos creen que hemos sido demasiado tolerantes con las creencias religiosas. Debiéramos haber elevado el tono de nuestras protestas ante los desmanes derivados de la fe mal entendida.

       Charles Darwin dice en una de sus cartas:

 

       Aunque soy un fuerte defensor de la libertad de pensamiento en todos los ámbitos, soy de la opinión, sin embargo -equivocadamente o no-, de que los argumentos esgrimidos directamente contra el cristianismo y la existencia de Dios apenas tienen impacto en la gente; es mejor promover la libertad de pensamiento mediante la iluminación paulatina de la mentalidad popular que se desprende de los adelantos científicos. Por ello, siempre me he fijado como objetivo evitar escribir sobre la religión, limitándome a la ciencia.

      Emocional y moralmente les resultó muy difícil a aquellos científicos sacudirse de encima el ethos cristiano bajo el que se habían formado. Es fascinante constatar hasta qué punto Darwin tuvo excelso cuidado en mantener el rigor de sus planteamientos científicos sin herir a los que no los compartían. En este sentido, y a nivel anecdótico, no me digan que no era enternecedora la actitud de Emma, la esposa de Darwin, profundamente religiosa, cuando repetía a sus amigos que el mayor de sus pesares era saber que Charles no podría acompañarla "en la otra vida" por culpa de su agnosticismo. Lo que la apesadumbraba era que el Dios todopoderoso no quisiera conciliar el buen carácter con el agnosticismo de su marido. Y lo que a él le apenaba, con toda probabilidad, era que muchos confundieran la libertad de pensamiento que él predicaba con ataques gratuitos a los que no la compartían.

            No cabe duda de que la relación entre la gente que profesa una religión y los agnósticos está cambiando. ¿En qué sentido? En primer lugar, la irrupción de la ciencia en la cultura popular permite descartar convicciones que antes parecían intocables. Hasta Darwin, gran parte de la comunidad científica, y desde luego toda religiosa, estaba convencida de que la vida del Universo había empezado hacía cinco mil años, en lugar de los trece mil millones de años que se sabe ahora que transcurrieron  desde la explosión del big bang hasta nuestros días. Con ello se ha dado tiempo para que la selección natural fuera modulando la evolución de las distintas especies. En segundo lugar, los continuados agravios e injusticas que siguen sufriendo -a raíz del machismo y del maltrato a las mujeres, en particular- los colectivos partidarios de impulsar la modernidad en sus propias culturas, suscitan solidaridades mucho más profundas y extensas que en el pasado. 

                Uno puede tener fe en aquello en lo que desea tener fe; pero debe reconocerse que, a pesar de las diferencias subyacentes a las religiones, hay un conjunto de principios comunes que todos los seres humanos parecen compartir, inconscientemente, en lo que respecta a sus juicios morales, con gran rapidez y de forma inconsciente, gracias al archivo desproporcionado del cerebro.   

EDUARDO PUNSET.

EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.

sábado, 29 de noviembre de 2014

LA MORAL PRECEDE A LAS RELIGIONES.

           La moral es innata y su existencia es anterior a las propias religiones.

         
Esta columna la escribo desde Albany, la capital del Estado de Nueva York, en Estados Unidos –que, en contra de lo que se pudiera pensar, no es Nueva York, una ciudad mucho más conocida y visitada–. Allí tuve la oportunidad de conversar con representantes de las tribus indias que los españoles llamaron navajos y lakotas.


Una madre navajo con su hijo (imagen: Wikipedia). Las costumbres indias disuadían enérgicamente a los miembros de la tribu de que el bebé tuviera otro hermanito antes de transcurridos seis años, una costumbre positiva según una minuciosa y larga investigación efectuada por científicos británicos.
Las intervenciones de estos últimos fueron las que más me interesaron. Fue mi segunda sorpresa: me quedé fascinado al descubrir de la boca de Águila Brava –Wanbli Oitika es su nombre original–, y de la elegante Gallo de la Pradera –Cio, para los miembros de su tribu–, que sus tradiciones milenarias habían anticipado varios de los descubrimientos científicos más recientes. En la tradición de la tribu de Águila Brava –marcada por la gestión matriarcal– se evitaba cualquier conflicto de la pareja con la madre política considerando, simplemente, que el hombre de la casa no superaba nunca los 12 años de edad, con lo que la ignorancia y el ninguneo del yerno por parte de la suegra –que nunca aceptaba que el marido de su hija la superara a esta última en dones– quedaban plenamente justificados.
Ahora bien, la sorpresa viene de haber comprobado hace muy poco tiempo que la especie humana es la única conocida en la que el macho conserva a lo largo de toda su vida un nivel de infantilismo mucho mayor que el de la hembra. Los machos nunca dejan del todo la niñez, como muestran su comportamiento, sus juegos y sus pasatiempos. La hembra, es cierto, se comporta también como una niña –de la misma manera que los varones se comportan como niños durante la infancia–, pero muy pronto se olvidan de la infancia para siempre.
¿Cómo es posible que la cultura heredada de los navajos y lakotas hubiera asimilado en sus conductas familiares lo que la ciencia acaba de comprobar ahora? Es decir, que los varones –al contrario que las hembras–, se comportan como si tuvieran 12 años toda la vida. ¿Cómo supieron cimentar siglos atrás su derecho matrimonial sobre un hecho que la ciencia acaba de perfilar ahora por la boca de científicos como Desmond Morris?
Hay más, hay mucho más. No me podía creer lo que estaba escuchando cuando Águila Brava nos explicaba al grupo de curiosos que con él charlábamos la importancia que concedían sus antepasados a los niños recién llegados al mundo: “Tan es así –prosiguió Wanbli Chiquita– que las costumbres indias disuadían enérgicamente a los miembros de la tribu de que el bebé tuviera otro hermanito antes de transcurridos seis años”. Lo que se quería evitar es que el primero viera limitado el acceso a los escasos recursos disponibles por la llegada demasiado precipitada de un segundo hermano. A los indios navajos ni siquiera se les pasaba por la cabeza el tan manoseado argumento de que todo el mundo necesita un hermanito para socializar y cuanto antes, mejor.
Lo fascinante de esta tradición legendaria de muchas tribus indias es que una minuciosa y larga investigación efectuada por científicos británicos ha comprobado que, efectivamente, cuando al primer hijo lo premian los padres con un hermano antes de que haya transcurrido un tiempo razonable desde su nacimiento, el primero se comporta peor que el promedio cuando llega a la pubertad. Los recursos son limitados y el acceso de alguien más al afecto y al consumo puede ser considerado como una competencia desleal o injustificada.
El recién llegado cuestiona la supervivencia del que ya estaba, en lugar de facilitar su sociabilidad. Los indios de las tribus navajo y lakota lo sabían antes de que se lo demostraran los científicos.
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 Hablando con Águila Braba -Wanbli Oitika- y la tribu de los navajos y lakotas descubrimos que estos anticiparon uno de los descubrimientos científicos más recientes: la importancia que sus antepasados concedían a los niños recién llegados al mundo. "Tanto es así que las costumbres indias disuadían a los miembros de la tribu de que el bebé tuviera otro hermano antes de transcurridos seis años." Lo que se quería evitar es que el primero viera limitado el acceso a los escasos recursos disponibles por la llegada demasiado precipitada de un segundo hermano. A los navajos ni siquiera se les pasaba por la cabeza el tan manoseado argumento de que todo el mundo necesita un hermanito para socializar, cuanto antes, mejor.

           ¿Qué resortes internos activan esos comportamientos en detrimento de la propia supervivencia y comodidad?

           Existe con toda seguridad una moral innata en los humanos, al margen y con anterioridad al propio desarrollo de las religiones.Marc Hauser acaba de sugerir y demostrar que nacemos con una especie de moral, con unos principios universales: "Lo que estoy diciendo no es que la gente no tenga que creer en la religión, sino más bien que las principales fuentes de nuestros juicios morales no proceden de la religión", asevera. La religión no es un prerrequisito de la moral. 

EDUARDO PUNSET.
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.
Una madre navajo con su hijo (imagen: Wikipedia). Las costumbres indias disuadían enérgicamente a los miembros de la tribu de que el bebé tuviera otro hermanito antes de transcurridos seis años, una costumbre positiva según una minuciosa y larga investigación efectuada por científicos británicos. - See more at: http://www.eduardpunset.es/195/general/la-sabiduria-de-las-tribus-navajos-y-lakotas#sthash.2boSJaHU.dpuf
Esta columna la escribo desde Albany, la capital del Estado de Nueva York, en Estados Unidos –que, en contra de lo que se pudiera pensar, no es Nueva York, una ciudad mucho más conocida y visitada–. Allí tuve la oportunidad de conversar con representantes de las tribus indias que los españoles llamaron navajos y lakotas.


Una madre navajo con su hijo (imagen: Wikipedia). Las costumbres indias disuadían enérgicamente a los miembros de la tribu de que el bebé tuviera otro hermanito antes de transcurridos seis años, una costumbre positiva según una minuciosa y larga investigación efectuada por científicos británicos.
Las intervenciones de estos últimos fueron las que más me interesaron. Fue mi segunda sorpresa: me quedé fascinado al descubrir de la boca de Águila Brava –Wanbli Oitika es su nombre original–, y de la elegante Gallo de la Pradera –Cio, para los miembros de su tribu–, que sus tradiciones milenarias habían anticipado varios de los descubrimientos científicos más recientes. En la tradición de la tribu de Águila Brava –marcada por la gestión matriarcal– se evitaba cualquier conflicto de la pareja con la madre política considerando, simplemente, que el hombre de la casa no superaba nunca los 12 años de edad, con lo que la ignorancia y el ninguneo del yerno por parte de la suegra –que nunca aceptaba que el marido de su hija la superara a esta última en dones– quedaban plenamente justificados.
Ahora bien, la sorpresa viene de haber comprobado hace muy poco tiempo que la especie humana es la única conocida en la que el macho conserva a lo largo de toda su vida un nivel de infantilismo mucho mayor que el de la hembra. Los machos nunca dejan del todo la niñez, como muestran su comportamiento, sus juegos y sus pasatiempos. La hembra, es cierto, se comporta también como una niña –de la misma manera que los varones se comportan como niños durante la infancia–, pero muy pronto se olvidan de la infancia para siempre.
¿Cómo es posible que la cultura heredada de los navajos y lakotas hubiera asimilado en sus conductas familiares lo que la ciencia acaba de comprobar ahora? Es decir, que los varones –al contrario que las hembras–, se comportan como si tuvieran 12 años toda la vida. ¿Cómo supieron cimentar siglos atrás su derecho matrimonial sobre un hecho que la ciencia acaba de perfilar ahora por la boca de científicos como Desmond Morris?
Hay más, hay mucho más. No me podía creer lo que estaba escuchando cuando Águila Brava nos explicaba al grupo de curiosos que con él charlábamos la importancia que concedían sus antepasados a los niños recién llegados al mundo: “Tan es así –prosiguió Wanbli Chiquita– que las costumbres indias disuadían enérgicamente a los miembros de la tribu de que el bebé tuviera otro hermanito antes de transcurridos seis años”. Lo que se quería evitar es que el primero viera limitado el acceso a los escasos recursos disponibles por la llegada demasiado precipitada de un segundo hermano. A los indios navajos ni siquiera se les pasaba por la cabeza el tan manoseado argumento de que todo el mundo necesita un hermanito para socializar y cuanto antes, mejor.
Lo fascinante de esta tradición legendaria de muchas tribus indias es que una minuciosa y larga investigación efectuada por científicos británicos ha comprobado que, efectivamente, cuando al primer hijo lo premian los padres con un hermano antes de que haya transcurrido un tiempo razonable desde su nacimiento, el primero se comporta peor que el promedio cuando llega a la pubertad. Los recursos son limitados y el acceso de alguien más al afecto y al consumo puede ser considerado como una competencia desleal o injustificada.
El recién llegado cuestiona la supervivencia del que ya estaba, en lugar de facilitar su sociabilidad. Los indios de las tribus navajo y lakota lo sabían antes de que se lo demostraran los científicos.
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viernes, 14 de noviembre de 2014

¿CUÁNDO SE DESENCHUFÓ LA HUMANIDAD DEL UNIVERSO?

           ¿En qué momento la humanidad se había desenchufado? Hacía poco que un grupo de científicos del University College, de la Universidad de Londres, liderados por el neurobiólogo Semir Zeki.  en Gran Bretaña, habían puesto de manifiesto que la humanidad se desconectaba en mayor medida con motivo de un gran amor, de una gran esperanza, de una bonanza intensa y previsible que con motivo de una ola de odio azuzada por la guerra.

           A nivel individual y colectivo el amor y el odio transcurrían por circuitos similares como el putamen y la ínsula, aunque los circuitos del odio son distintos de los del miedo, las amenazas o el peligro. Ahora bien, la diferencia real entre las emociones del amor y el odio es, paradójicamente, que la primera inhibe al organismo del resto de los sentimientos; se desenchufa mejor con el amor que con el odio. Lógico. El amor conduce a la felicidad. El odio a la guerra y la guerra hay que prepararla; no se puede contemplar desde la inhibición.

EDUARDO PUNSET.
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE. 

sábado, 1 de noviembre de 2014

VIVIR DE UNA CORAZONADA.

              Nuestra conducta está tan determinada por la huella del pasado, de lo heredado, por los estímulos del entorno, y todo ello por el canal de procesos cognitivos en su mayor parte inconscientes, que resulta imposible desaprender sin tomar un atajo. Una de estas vías singulares para desconectarse del universo en que vivimos son las artes que, como la música, son susceptibles de trasladar las mentes a otro mundo que no es el habitual. Otra vía son los sueños y, en términos más generales, la capacidad del inconsciente para recorrer procesos cognitivos insospechadamente sofisticados. Se trata de uno de los descubrimientos más recientes y todavía no asimilados por una gran parte de la propia comunidad científica.

             En las Universidades de Yale, Princeton y Harvard, neurólogos y psicólogos, entre ellos John Bargh están descubriendo una concepción nueva del inconsciente que otorga a las corazonadas un poder hasta ahora insospechado. 

            Resulta que la gente se equivoca casi siempre sobre las causas de su conducta. Hasta hace muy poco tiempo, estábamos convencidos de que cuando se trataba de un problema sencillo, como andar por casa o cerrar los párpados si nos deslumbraba la luz del sol, el inconsciente se encargaba de solventar el problema. Por poco que se complicaran las cosas -como a la hora de decidir si me caso o no me caso, si salgo de viaje o cambio de trabajo- recurríamos a la conciencia para que, utilizando la razón, resolviera el problema. Varios experimentos en las universidades mencionadas han demostrado que esto es, lisa y llanamente, falso.

          Es cierto que ya habíamos descubierto que las corazonadas (las intuiciones o el subconsciente) eran una fuente del conocimiento tan válida como la razón. 

          Los últimos experimentos efectuados están demostrando que el nuevo concepto de inconsciente implica que la conducta de una persona puede ser el resultado de algo que ha ocurrido en el entorno sin necesidad de un acto consciente por su parte ni de que se entere de lo que está ocurriendo. El inconsciente es el responsable por su cuenta no sólo de la mayoría de las decisiiones que tomamos, sino también de las que tienen mucha importancia por la sofisticación o complejidad de los procesos cognitivos implicados. 

         La consciencia sirve, ni más ni menos, que para aprender a distiguir el pasado del presente y el futuro del pasado. La consciencia nos permite situarnos en el tiempo.

       Los humanos no tuvieron consciencia durante muchísimo tiempo. Es un instrumento refinado que no sirve para lo que creíamos, pero que sólo surge a partir de un nivel determinado de sabiduría y capacidad cognitiva.

       EDUARDO PUNSET.
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.    

domingo, 12 de octubre de 2014

LA INFLUENCIA DEL ENTORNO Y DEL EFECTO MARCO EN NUESTRAS DECISIONES ES ARROLLADORA.

          Hubo un experimento famoso y terrible, que se realizó en los inicios de la década de 1960, promovido por el psicólogo Stanley Milgram (1933-1984), de la Universidad de Yale, para investigar los mecanismos de la obediencia. Los resultados fueron irrebatibles: "La psicólogía social de este siglo revela una gran lección: lo que determina cómo actúa una persona a menudo no depende tanto del tipo de persona que se es como del tipo de situación en la que se encuentra", concluyó Stanley Milgram.

       Ha quedado en los anales de la investigación como uno de los experimentos más esclarecedores del comportamiento humano. Participaron nada menos que cuarenta estudiantes dirigidos por unos jefes de sala que presidían la transmisión de corrientes eléctricas con fases distintas y voltajes crecientes desde trienta hasta cuatrocientos cincuenta voltios a unos actores, que simulaban sufrirlas en su cuerpo en una habitación contigua.

       Si una persona en una posición de autoridad le ordenase que adminstrase a otra persona una descarga eléctrica de cuatrocientos voltios, ¿le obedecería? La mayoría de la gente respondería a esta pregunta con un no categórico. Sin embargo, el experimento de Milgram ofreción una visión espeluznante e impactante de la autoridad y la obediencia.

    Los experimentos empezaron en julio de 1961, cuando en Jerusalén se estaba juzgando al criminal nazi Adolf Eichmann. El argumento de la defensa -que Eichmann no hizo más que obedecer a sus superiores cuando ordenó la muerte de millones de judíos- despertó el interés de Milgram. En su libro Obediencia a la autoridad.,publicado en 1974, Milgram se preguntaba si era posible que Eichmann y los millones de alemanes que fueron cómplices del nazismo debían ser considerados realmente cómplices o quizá sólo obedecían órdenes.

       El voltaje de las descargas eléctricas que cada participante estaba dispuesto a aplicar fue el dato que se usó para medir el grado de obediencia. Milgram preguntó a un grupo de estudiantes de su universidad hasta dónde creían estar dispuestos a llegar la mayor parte de los participantes del experimento. La respuesta fue que serían menos del 3% el que aplicase las descargas eléctricas de intensidad máxima. En realidad, lo hizo el 65%.

    El juego de la muerte (documental)   

 EL BATALLÓN 101.   , destinado en Polonia durante la II Guerra Mundial, que recibió un encargo terrible: asesinar a determinadas personas. Pero el capitán, a diferencia de lo que sucedión en el experimento de Milgram, fue amable y permitió que los soldados evitaran voluntariamente esta situación insostenible rompiendo filas. Lo increíble, lo sorprendente, es que casi ninguno aprovechara la oportunidad infringiendo, por una vez, las reglas como se les permitía.

        Es tremendamente importante entender que las personas hacen cosas terribles no siempre porque sean malas, sino porque no quieren romper las reglas. En el caso del batallón destinado en Polonia no se trataba de soldados, sino de policías, seguramente poco receptivos a la propaganda habitual. Apenas tuvieron unos segundos para decidir si querían apartarse del resto o no. A pesar del permiso implícito y declarado del comandante: "Puedo entender que algunos de vosotros no queráis hacerlo. Aquellos de vosotros que no estéis dispuestos a seguir las órdenes, dad un paso alf rente y os buscaremos otra tarea", solamente una docena de los quinientos dieron un paso al frente. ¿Cómo se explica esto?

        Una de las razones es que los soldados se rigen por un principio intuitivo que dice: "No dejes atrás a los tuyos, no rompas filas". El comandante había formulado la pregunta de tal modo que tuvieron que escoger o bien quedarse firmes o romper filas y seguir sus otros principios morales, como el de no matar a personas inocentes. Si el comandante lo hubiera expresado al revés, si hubiera dicho: "Los que queráis hacerlo, los que queráis matar, por favor, dad un paso al frente", este conflicto no habría estallado con la misma virulencia. Con toda seguridad, muchos menos habrían dado un paso al frente. 

      Con el Efecto Marco., lo que se demuestra es que la fórmula utilizada para la petición o el permiso tiene una importancia fundamental.

      Un anuncio publicitario en el que se declara que sólo en un 10% de los casos el fármaco expuesto tiene efectos secundarios, tardará más en venderse que el del mismo fármaco anunciando que en un 90% de los casos no produce ningún efecto secundario.

EDUARDO PUNSET.
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.  

viernes, 3 de octubre de 2014

EN OCASIONES DECIDIMOS MEJOR CON POCA INFORMACIÓN.

                   Esa inferencia inconsciente pasa, en primer lugar, por aceptar que la falta de información, en determinadas circunstancias, puede ser un activo de la capacidad del razonamiento. Un grupo de experimentadores alemanes reunió a dos docenas de ciudadanos para ver cómo contestaban a la siguiente pregunta: ¿qué ciudad tiene más habitantes, Detroit o Milwaukee? ¿Cuál cree el lector que fue la respuesta?

             Se había hecho la misma pregunta a ciudadanos estadounidenses, y hubo división de opiniones: el 60% se inclinó por Detroit -que es la respuesta correcta-, pero el resto optó por Milwaukee. Cuando se hizo, como he mencionado antes, la misma prueba con ciudadanos alemanes -que sabían poquito de Detroit-, y la mayoría ni siquiera había oído hablar de Milwaukee-, ¿qué cree el lector que pasó? ¿Qué proporción de alemanes acertó la respuesta en comparación con los norteamericanos? Lo sorprendente es que prácticamente todos. Muchos más del 90%.

            ¿Y cómo es posible que las personas con menos información realicen sistemáticamente mejores inferencias que las que saben más cosas, porque se trata de ciudades de su propio país? Aquí se aplica una regla muy sencilla, que denominamos heurística de reconocimiento: "Escoge lo que conozcas". Esto es lo que se llama "regla general" o "heurística". Una heurística ignora información, ye sto es lo que acelera la toma de decisiones por el inconsciente en la situación adecuada. Los alemanes habían oído hablar de Detroit, pero no de Milwaukee: ése es el motivo. La ignorancia parcial puede ser útil, y siempre sucede así cuando, en el mundo real, el reconocimiento del nombre está correlacionado con lo que se quiere saber.

          Nuestro cerebro se pasa la mayor parte del tiempo haciendo conjeturas. Un ejemplo muy ilustrativo es el de la luna: cuando está situada en la horizontal de nuestro campo de visión, parece mucho más grante que cuando está en la vertical del firmamento. El cerebro está adivinando para que nosotros podamos vislumbrar cuándo se trata de un horizonte supuestamente cercano, con el mar de fondo, o de un horizonte supuestamente más lejano en la vertical del firmamento.

 

          Llegamos a distinguir un espacio bidimensional, lo cóncavo y lo convexo gracias a que el cerebro recurre al hecho archisabido de que la luz fluye desde arriba, hilvanando así la idea tridimensional de los cuerpos cóncavos y sus contrarios los convexos en función del sombreado subyacente. En este caso lo que el cerebro nos dice es que el objeto bidimensional es cónvcavo acentuando la sombra en la parte superior del objeto; mientras que en el otro caso la sombra se acentúa en la parte inferior.

        Esto es así porque en la historia evolutiva solamente había una fuente de luz y procedía de arriba. 

        Cuando la sombra de un objeto está en la parte superior, entonces el cerebro deduce que los puntos se alejan del observador.

         Es decir, en el mundo real, el cerebro está haciendo supersticiones, pero sobre la base de principios inteligentes, que son probables pero no seguros. 

EDUARDO PUNSET.
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE. 

miércoles, 30 de julio de 2014

ÍNDICE ¡QUÉ NOS PASA POR DENTRO!

 ¿CUÁNDO SE DESENCHUFÓ LA HUMANIDAD DEL UNIVERSO?
"Sí, hay vida después de la muerte, lo he comproba...
¿¿La física cuántica demuestra que hay vida despué...
¿LA VIDA ES UNA EQUIVOCACIÓN? 
¿Por qué creen los niños en la vida eterna?
¿Por qué negamos las evidencias?
¿Puede la física cuántica explicar las experiencia...
¿Qué futuro tienen las religiones monoteístas?
¿Se puede ser feliz rodeado de infelicidad?
APRENDER CUESTA. DESAPRENDER, TODAVÍA MÁS.
Ciencia y religión, dos visiones del mundo
Crean el primer mapa del cerebro místico
Crece el interés por las religiones, mientras la f...
Crisis sistémica y percepción errónea de la realid...
CUANDO EMPEZÓ A CONTAR EL TIEMPO Y A LLENARSE EL E...
Diversas regiones del cerebro son responsables de ...
Efecto Marco. 
El diálogo interreligioso acerca a las distintas r...
El eclipse de la idea de Dios dejó huérfana a la r...
El juego de la muerte (documental) 
El pluralismo y la diversidad enriquecerán las tra...
EL PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE.
El recuerdo de una experiencia cercana a la muerte...
El viaje a la felicidad
En la cultura actual, Dios evoluciona
EN OCASIONES DECIDIMOS MEJOR CON POCA INFORMACIÓN....
EVALÚA TU CAPACIDAD PARA PREDECIR EL FUTURO.
FELICIDAD Y RECURSOS.
Galileo introduce una nueva era en las relaciones ...
HACE FALTA SER INTELIGENTE TANTO PARA AMAR COMO PARA CASTIGAR. 
HEMOS SIDO DEMASIADO CONDESCENDIENTES CON LA RELIGIONES.
La alfabetización científica es necesaria en la fo...
La ciencia frente al sentido de la vida en un univ...
La conciencia emerge de los procesos cerebrales
LA ENERGÍA OSCURA.
La espiritualidad humana tiene su origen en estruc...
LA FELICIDAD ESTÁ ESCONDIDA EN LA SALA DE ESPERA D...
La física demuestra que hay vida después de la mue...
La imagen de un universo enigmático hace posible u...
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VIVIR DE UNA CORAZONADA.

LOS MECANISMOS DE DECISIONES IRRACIONALES TAMBIÉN SON VÁLIDOS.

             

              Los mecanismos de decisión irracionales no sólo son también válidos, sino que, muy a menudo, son los únicos disponibles. 

            Ignác Fülöp Semmelweis, al igual que todos los médicos hasta entonces, nunca supo de la existencia de los microbios, nunca pudo verlos en un microscopio, instrumento que aún no era habitual en los laboratorios. El inventor de la asepsia moderna descubrió las raíces del mal invisible y microbiano por pura intuición.

           El descubrimiento intuitivo de que había que era preciso lavarse las manos antes de atender a una parturienta contribuyó tanto, o casi tanto, como los antibióticos a triplicar la esperanza de vida. Semmelweis insistió, simplemente, hasta el final de su vida en la necesidad de que los estudiantes que salían de las salas de autopsia de los hospitales vieneses se lavaran las manos antes de asistir a las parturientas.

         Semmelweis también tuvo que enfrentarse con la comunidad científica, porque la intuición no era un proceso válido científicamente para profundizar en el conocimiento de las cosas. La ciencia no la había sometido al análisis, la experimentación y la prueba. En las escuelas se enseñaba ya a los jóvenes los rudimentos de la trigonometría, pero de ninguna manera a entender sus propias intuiciones ni las razones que las generaban.

John Bargh , entre otros investigadores, demostraron con pelos y señales que la conducta de una pesona no depende necesariamente de un acto consciente, sino que puede desenvolverse sin que esa persona se entere. 

             Hoy está demostrado que se dan procesos cognitivos muy complejos de forma inconsciente.

             Semmelweis había descubierto por intuición que el mundo de lo diminuto, al que no se llamaba todavía microbiano, exigía un mínimo de limpieza con agua de cloro para evitar la plaga de enfermedades infeccionsas. Fue su intuición de médico la que se lo enseñó y no pudo explicarlo con el lenguaje científico que le exigían sus contemporáneos hasta cuatro años antes de su muerte.

            Semmelweis murió recluido en un manicomio con una camisa de fuerza después de una paliza que le produjo una herida que se le gangrenó.

            La razón de que no se entendiera a Semmelweis radicaba en que no se conocían científicamente ni la naturaleza ni el valor de los procesos intuitivos; y lo suyo era pura intuición.

           Malcom Westcott, psicólogo estadounidense, realizó una serie de experimentos que permitían dividir a los encuestados en dos grupos: los cautelosos y los intuitivos. Descubrió que las personas cautelosas se distinguían por una fuerte inclinación al orden, la certeza y el control, al tiempo que demostraban un gran respeto ante la autoridad. Su afán de certeza y de orden para llevarlos a sentirse algo incómodos y angustiados ante la incertidumbre del mundo de las relaciones interpersonales. Son personas a las que les cuesta asumir los sentimientos, a no ser que aparezcan en el marco de relaciones muy estructuradas.

           Por el contrario, los intuitivos tienden a ser personas introvertidas a las que les gusta mantenerse al margen del primer plano de la sociedad, que son autosuficientes y que confían en su propio criterio. Son personas a las que les encanta asumir riesgos y no les importa estar expuestas a la crítica y al desafío.

         Para resolver problemas vitales, los cautelosos intentan no equivocarse y los intuitivos tratan de acertar. 

             EDUARDO PUNSET.
             EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.

martes, 29 de julio de 2014

EL PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE.

                    El principio de incertidumbre preside ahora la vida del Universo, de la misma manera que la certeza de la existencia de los dioses, el cielo y los infiernos presidía la de nuestros antepasados. Como señala el físico, divulgador y ensayista Alan Lightman profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts, no podemos predecir la trayectoria futura de una partícula ni de cualquier otra cosa. La dualidad onda-partícula de la naturaleza prohíbe la medición exacta de las condiciones iniciales. Si no sabemos con precisión absoluta la posición y velocidad de partida, a la vez, no podremos predecir la trayectoria futura. Sólo podemos asignar probabilidades a distintas trayectorias, basadas en el rango de incertidumbre en las condiciones iniciales de la partícula. El principio de incertidumbre de Heisenberg significa que debemos vivir para siempre con probabilidades, no con certidumbre.

EDUARDO PUNSET.
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.

EVALÚA TU CAPACIDAD PARA PREDECIR EL FUTURO.

Voy a enumerarte quince palabras que intentarás recordar en todo o en parte para luego pasar una prueba.

CARAMELO,       ÁCIDO,           AZÚCAR,            AMARGO,

BUENO,       SABOR,          DIENTE,        AGRADABLE, 

MIEL,        REFRESCO,        CHOCOLATE,         DURO,

PASTEL,         COMER,        TARTA.

¿Recuerdas las palabras?.


AHÍ VA LA PREGUNTA:

 




¿ESTÁ LA PALABRA "SABOR"?

¿ESTÁ LA PALABRA "PUERTA"?

¿ESTÁ LA PALABRA "DULCE"?

1. Las palabras hacían referencia al sabor y aunque ese vocablo se había mencionado expresamente, es muy fácil no acordarse de él.

2. La palabra puerta es má fácil acordarse de que no está.

3. La palabra dulce no está, la mayoría tiende a creer que se había mencionado expresamente. Se produce una atribución errónea. Casi todas las palabras citadas están relacionadas con "dulce", como "sabor". Pero tendemos a creer que está.

RAZONES.

 A veces recordamos el sentido o el significado general de una experiencia. En este caso la mayoría de las palabras tienen que ver con el sabor y con algo dulce, sin rememorar todos los detalles. 

Los recuerdos, a menudo, están influidos y distersionados por nuestros conocimientos, sentimientos y creencias actuales. 

Las creencias y los sentimientos que sabemos, creemos y sentimos en el presente afectan a nuestras evocaciones de lo que creemos que sucedió en el pasado.

Tus creencias te hacen distorsionar el pasado para adecuarlo a lo que crees, entonces estas creencias se acaban reforzando y se vuelven mucho más fuertes.

EDUARDO PUNSET
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.

lunes, 30 de junio de 2014

TODO ES PASADO.

                

   Hay una región cerebral decisiva para el proceso del almacenamiento de la memoria, que se conoce como el hipocampo. Se trata de una pequeña estructura en forma de herradura, ubicada en el centro del cerebro, que resulta clave a la hora de crear nuevos recuerdos, pero también para reunificar los fragmentos olvidados; es decir, las distintas piezas de información que vuelven nuevamente a unirse para que uno pueda evocar y recordar experiencias pasadas.

                    Se sabe que si alguien sufre daño cerebral en el hipocampo como consecuencia de una enfermedad o de una lesión, tendrá un problema insalvable para aumentar la capacidad de su memoria porque no podrá crear ni conservar nuevos recuerdos aunque, en otros aspectos, parezca una persona normal. El neurólogo Robert Sapolsky, de la Universidad de Stanford, demostró que una situación de estrés continuada, real o imaginaria, puede acabar reduciendo el volumen del hipocampo, con lo que se dificulta también la reunificación de la memoria.

                    Hemos descubierto que imaginar el futuro y recordar el pasado son entramados muy parecidos. La memoria no sólo sería vital para recordar lo que aconteció, sino también para anticipar el futuro. Ver e imaginar son cosas muy similares. Solíamos pensar en la memoria como algo que únicamente se refería al pasado, pero muchas partes del cerebro que se activan al recordar se activan también al imaginar el futuro. .

                  La memoria no sólo nos sirve para recomponer el pasado, para explicarnos lo que ha sido nuestra vida, sino para concebir, para diseñar, para pensar lo que será nuestro futuro. Es impresionante constatar una y otra vez que la separación supuesta entre futuro y pasado, entre vida y no vida, entre lo que es inerte y lo que está vivo, es más borrosa cada día que pasa. 

                 El recuerdo de una experiencia concreta se compone de fragmentos de información que se almacenan en varios lugares distintos del cerebro, y cuando recordamos, cuando tenemos la experiencia de rememorar el pasado, lo que sucede es que estos pedacitos de información vuelven a unirse desde las diferentes partes del cerebro. Esa recomposición de pedazos es lo que da lugar a lo que experimentamos como recuerdo. 

EDUARDO PUNSET.
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.

sábado, 21 de junio de 2014

¿Por qué negamos las evidencias?

                  ¿Cómo entender a las mentes empedernidas que siguen cuestionando a Darwin con la teoría del llamado diseño inteligente?

                 ¿Cómo es posible que tan poca gente se declare dispuesta a dejar de ser de izquierdas y, todavía menos, a dejar de serlo de derechas?

                 Durante el Genocidio de Ruanda., en 1994, una abadesa hutu alertó a la milicia delatando la llegada al convento de refugiados tutsis, pero escondió a las que eran monjas como ella. Es un ejemplo dramático de algo que el cerebro hace constantemente: dividmos entre "nosotros" y "ellos". Así aprendimos a contar de pequeños: el número 1 era la manada de homínidos y después, mucho más tarde, estaba yo, el número 2. Con la edad supimos diferenciar dentro de la manada el número 3 y luego el 4 y, posteriormente, hasta los veintitantos de la tribu o el grupo familiar. .

               ¿Y si la mayor parte de la energía cerebran no se utilizara para interpretar la realidad, sino para pergeñarla a medida y según el propio deseo?

               El cerebro utiliza gran parte de su energía para elucubrar, simplemente para predecir, inventar e imaginar, configurando divisiones entre "ellos" y "nosotros". En los tiempos que corren siguen vivas en Europa las divisiones lamentables y supuestas entre habitantes de distintas nacionalidades, ideologías, sexo, religiones y generaciones. O nos agrupamos en función de temores y quimeras.

            Deberíamos reconvertir la maquinaria cerebral para que se ocupara más de reflexionar sobre el futuro que nos espera y bastante menos sobre las cosas, las camisetas, el color de la piel, los dogmas que nos dividen.

            Existen personas capaces de dar la vida por un equipo de fútbol o de quitársela a otros porque son de una etnia o nacionalidad diferente de la suya. Desde fuera se aprecia el componente absurdo de estas pasiones. "No tienen ningún sentido". Pero cuando se trata de cosas sobre las que se tienen sentimientos viscerales, no resulta difícil distanciarse.

           Los perros forman manadas y los chimpancés son muy leales a su grupo, pero a diferencia de los humanos esos animales no deciden que los de otro grupo son buenos o malos en función de sus banderas, sino de intereses primordiales como la defensa del territorio o la selección sexual. Probablemente somos la única especie que se comporta de un modo u otro en función de símbolos. 

          Es paradójico que nadie se crea capaz de controlar su estatura, pero todo el mundo cree poder controlar su peso.

          Probablemente, se ha infligido más daño a causa de las lealtades de las personas a una tradición concreta, raza, religión o sexo que debido a los avatares económicos. Sin embargo, todo el mundo atribuye a la riqueza y a las multinacionales la culpa de los males que nos afligen, como la violencia, el maltrato a las mujeres o el odio racial.

         Las repercusiones de nuestros vínculos y filaciones tienen una base biológica y no meramente mental. Hoy se sabe del efecto devastador de patrones culturales como el machismo -en la violencia contra las mujeres; la poligamia y la consiguiente privación de pareja para gran número de varones en la militancia terrorista; o las actitudes violentas y falta de aprendizaje social y emocional en la delincuencia en las zonas marginadas.

        En sectores muy pobres, como las Misioneras de la Caridad seguidoras de Teresa de Calcuta se dan casos de beatitud profunda, y signos inconfundibles de violencia en sectores muy ricos, como las mafias de los países del Este de Europa. ¡Cuántas veces se subestiman el arraigo de los patrones culturales y se sobrestiman los económicos!

       La discriminación y la violencia se nutren de la cultura, o más bien de la incultura, como los propósitos corruptos y la falta de transparencia, el machismo y el dogmatismo religioso. 

       Para compensar en la persona el efecto negativo de un agravio, desmán, insulto o agresión verbal, se precisarán cinco iniciativas bienintencionadas. Habíamos subestimado literalmente la profunidad de la huella causada en el prójimo por la aversión materializada. Lejos de que el agresor busque en el futuro la oportunidad para compensar el daño ocasionado, se autoalimentan los niveles de violencia imperantes en las sociedades modernas. 

        Resulta evidente que los contenidos académicos, las reglas del juego corporativas y los límites definidos para la convivencia social deberán redefinirse.

EDUARDO PUNSET.
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.