sábado, 31 de mayo de 2014

NO QUEREMOS CAMBIAR DE OPINIÓN.

               No querer cambiar de opinión, a pesar de disponer de todos los requisitos mentales para hacerlo, tiene que ver con algunos de los grandes descubrimientos neurológicos de los últimos años. Estamos hablando del poder avasallador de las convicciones propias, frente a la percepción real de los sentidos. Me refiero al papel desempeñado por las creencias y convicciones heredadas del pasado a la hora de configurar el futuro. Muchas personas toman decisiones no en función de lo que ven, de lo que consideran bueno o malo, sino en función de lo que creen, de sus convicciones, de lo que el biólogo evolutivo y etólogo británico Richard Dawkins tildaba de código de los muertos: pautas de conducta excelentes hace miles de años, que han dejado de ser útiles y que, no obstante, siguen vigentes.

         En segundo lugar, las convicciones heredadas no sólo nos impiden comprender lo que vemos, sino algo más inesperado: no podemos predecir el futuro porque únicamente sabemos imaginar el futuro recomponiendo el pasado. Un pasado pergeñado por nuestras convicciones de ahora y arreglado de tal forma que nos permita fabular el futuro. 

EDUARDO PUNSET.
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.

              

LOS HUMANOS, AL CONTRARIO QUE LOS PERROS, MEZCLAMOS EMOCIONES OPUESTAS.

             Cada día parece más probado que los amores duraderos son el fruto de la capacidad única, singular, irrepetible en cualquier otra especie, que tiene los humanos de amarse y odiarse al mismo tiempo. Al contrario de otras especies, tenemos emociones mezcladas. Tanto es así que emociones positivas como el amor y negativas como el odio o el desprecio activan circuitos cerebrales muy próximos cuando no idénticos; de manera que la perdurabilidad en el tiempo de la emoción vinculante viene dada por la posibilidad de recurrir a una u otra indistintamente según las circunstancias.

         EDUARDO PUNSET.
         EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.