sábado, 29 de noviembre de 2014

LA MORAL PRECEDE A LAS RELIGIONES.

           La moral es innata y su existencia es anterior a las propias religiones.

         
Esta columna la escribo desde Albany, la capital del Estado de Nueva York, en Estados Unidos –que, en contra de lo que se pudiera pensar, no es Nueva York, una ciudad mucho más conocida y visitada–. Allí tuve la oportunidad de conversar con representantes de las tribus indias que los españoles llamaron navajos y lakotas.


Una madre navajo con su hijo (imagen: Wikipedia). Las costumbres indias disuadían enérgicamente a los miembros de la tribu de que el bebé tuviera otro hermanito antes de transcurridos seis años, una costumbre positiva según una minuciosa y larga investigación efectuada por científicos británicos.
Las intervenciones de estos últimos fueron las que más me interesaron. Fue mi segunda sorpresa: me quedé fascinado al descubrir de la boca de Águila Brava –Wanbli Oitika es su nombre original–, y de la elegante Gallo de la Pradera –Cio, para los miembros de su tribu–, que sus tradiciones milenarias habían anticipado varios de los descubrimientos científicos más recientes. En la tradición de la tribu de Águila Brava –marcada por la gestión matriarcal– se evitaba cualquier conflicto de la pareja con la madre política considerando, simplemente, que el hombre de la casa no superaba nunca los 12 años de edad, con lo que la ignorancia y el ninguneo del yerno por parte de la suegra –que nunca aceptaba que el marido de su hija la superara a esta última en dones– quedaban plenamente justificados.
Ahora bien, la sorpresa viene de haber comprobado hace muy poco tiempo que la especie humana es la única conocida en la que el macho conserva a lo largo de toda su vida un nivel de infantilismo mucho mayor que el de la hembra. Los machos nunca dejan del todo la niñez, como muestran su comportamiento, sus juegos y sus pasatiempos. La hembra, es cierto, se comporta también como una niña –de la misma manera que los varones se comportan como niños durante la infancia–, pero muy pronto se olvidan de la infancia para siempre.
¿Cómo es posible que la cultura heredada de los navajos y lakotas hubiera asimilado en sus conductas familiares lo que la ciencia acaba de comprobar ahora? Es decir, que los varones –al contrario que las hembras–, se comportan como si tuvieran 12 años toda la vida. ¿Cómo supieron cimentar siglos atrás su derecho matrimonial sobre un hecho que la ciencia acaba de perfilar ahora por la boca de científicos como Desmond Morris?
Hay más, hay mucho más. No me podía creer lo que estaba escuchando cuando Águila Brava nos explicaba al grupo de curiosos que con él charlábamos la importancia que concedían sus antepasados a los niños recién llegados al mundo: “Tan es así –prosiguió Wanbli Chiquita– que las costumbres indias disuadían enérgicamente a los miembros de la tribu de que el bebé tuviera otro hermanito antes de transcurridos seis años”. Lo que se quería evitar es que el primero viera limitado el acceso a los escasos recursos disponibles por la llegada demasiado precipitada de un segundo hermano. A los indios navajos ni siquiera se les pasaba por la cabeza el tan manoseado argumento de que todo el mundo necesita un hermanito para socializar y cuanto antes, mejor.
Lo fascinante de esta tradición legendaria de muchas tribus indias es que una minuciosa y larga investigación efectuada por científicos británicos ha comprobado que, efectivamente, cuando al primer hijo lo premian los padres con un hermano antes de que haya transcurrido un tiempo razonable desde su nacimiento, el primero se comporta peor que el promedio cuando llega a la pubertad. Los recursos son limitados y el acceso de alguien más al afecto y al consumo puede ser considerado como una competencia desleal o injustificada.
El recién llegado cuestiona la supervivencia del que ya estaba, en lugar de facilitar su sociabilidad. Los indios de las tribus navajo y lakota lo sabían antes de que se lo demostraran los científicos.
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 Hablando con Águila Braba -Wanbli Oitika- y la tribu de los navajos y lakotas descubrimos que estos anticiparon uno de los descubrimientos científicos más recientes: la importancia que sus antepasados concedían a los niños recién llegados al mundo. "Tanto es así que las costumbres indias disuadían a los miembros de la tribu de que el bebé tuviera otro hermano antes de transcurridos seis años." Lo que se quería evitar es que el primero viera limitado el acceso a los escasos recursos disponibles por la llegada demasiado precipitada de un segundo hermano. A los navajos ni siquiera se les pasaba por la cabeza el tan manoseado argumento de que todo el mundo necesita un hermanito para socializar, cuanto antes, mejor.

           ¿Qué resortes internos activan esos comportamientos en detrimento de la propia supervivencia y comodidad?

           Existe con toda seguridad una moral innata en los humanos, al margen y con anterioridad al propio desarrollo de las religiones.Marc Hauser acaba de sugerir y demostrar que nacemos con una especie de moral, con unos principios universales: "Lo que estoy diciendo no es que la gente no tenga que creer en la religión, sino más bien que las principales fuentes de nuestros juicios morales no proceden de la religión", asevera. La religión no es un prerrequisito de la moral. 

EDUARDO PUNSET.
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.
Una madre navajo con su hijo (imagen: Wikipedia). Las costumbres indias disuadían enérgicamente a los miembros de la tribu de que el bebé tuviera otro hermanito antes de transcurridos seis años, una costumbre positiva según una minuciosa y larga investigación efectuada por científicos británicos. - See more at: http://www.eduardpunset.es/195/general/la-sabiduria-de-las-tribus-navajos-y-lakotas#sthash.2boSJaHU.dpuf
Esta columna la escribo desde Albany, la capital del Estado de Nueva York, en Estados Unidos –que, en contra de lo que se pudiera pensar, no es Nueva York, una ciudad mucho más conocida y visitada–. Allí tuve la oportunidad de conversar con representantes de las tribus indias que los españoles llamaron navajos y lakotas.


Una madre navajo con su hijo (imagen: Wikipedia). Las costumbres indias disuadían enérgicamente a los miembros de la tribu de que el bebé tuviera otro hermanito antes de transcurridos seis años, una costumbre positiva según una minuciosa y larga investigación efectuada por científicos británicos.
Las intervenciones de estos últimos fueron las que más me interesaron. Fue mi segunda sorpresa: me quedé fascinado al descubrir de la boca de Águila Brava –Wanbli Oitika es su nombre original–, y de la elegante Gallo de la Pradera –Cio, para los miembros de su tribu–, que sus tradiciones milenarias habían anticipado varios de los descubrimientos científicos más recientes. En la tradición de la tribu de Águila Brava –marcada por la gestión matriarcal– se evitaba cualquier conflicto de la pareja con la madre política considerando, simplemente, que el hombre de la casa no superaba nunca los 12 años de edad, con lo que la ignorancia y el ninguneo del yerno por parte de la suegra –que nunca aceptaba que el marido de su hija la superara a esta última en dones– quedaban plenamente justificados.
Ahora bien, la sorpresa viene de haber comprobado hace muy poco tiempo que la especie humana es la única conocida en la que el macho conserva a lo largo de toda su vida un nivel de infantilismo mucho mayor que el de la hembra. Los machos nunca dejan del todo la niñez, como muestran su comportamiento, sus juegos y sus pasatiempos. La hembra, es cierto, se comporta también como una niña –de la misma manera que los varones se comportan como niños durante la infancia–, pero muy pronto se olvidan de la infancia para siempre.
¿Cómo es posible que la cultura heredada de los navajos y lakotas hubiera asimilado en sus conductas familiares lo que la ciencia acaba de comprobar ahora? Es decir, que los varones –al contrario que las hembras–, se comportan como si tuvieran 12 años toda la vida. ¿Cómo supieron cimentar siglos atrás su derecho matrimonial sobre un hecho que la ciencia acaba de perfilar ahora por la boca de científicos como Desmond Morris?
Hay más, hay mucho más. No me podía creer lo que estaba escuchando cuando Águila Brava nos explicaba al grupo de curiosos que con él charlábamos la importancia que concedían sus antepasados a los niños recién llegados al mundo: “Tan es así –prosiguió Wanbli Chiquita– que las costumbres indias disuadían enérgicamente a los miembros de la tribu de que el bebé tuviera otro hermanito antes de transcurridos seis años”. Lo que se quería evitar es que el primero viera limitado el acceso a los escasos recursos disponibles por la llegada demasiado precipitada de un segundo hermano. A los indios navajos ni siquiera se les pasaba por la cabeza el tan manoseado argumento de que todo el mundo necesita un hermanito para socializar y cuanto antes, mejor.
Lo fascinante de esta tradición legendaria de muchas tribus indias es que una minuciosa y larga investigación efectuada por científicos británicos ha comprobado que, efectivamente, cuando al primer hijo lo premian los padres con un hermano antes de que haya transcurrido un tiempo razonable desde su nacimiento, el primero se comporta peor que el promedio cuando llega a la pubertad. Los recursos son limitados y el acceso de alguien más al afecto y al consumo puede ser considerado como una competencia desleal o injustificada.
El recién llegado cuestiona la supervivencia del que ya estaba, en lugar de facilitar su sociabilidad. Los indios de las tribus navajo y lakota lo sabían antes de que se lo demostraran los científicos.
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viernes, 14 de noviembre de 2014

¿CUÁNDO SE DESENCHUFÓ LA HUMANIDAD DEL UNIVERSO?

           ¿En qué momento la humanidad se había desenchufado? Hacía poco que un grupo de científicos del University College, de la Universidad de Londres, liderados por el neurobiólogo Semir Zeki.  en Gran Bretaña, habían puesto de manifiesto que la humanidad se desconectaba en mayor medida con motivo de un gran amor, de una gran esperanza, de una bonanza intensa y previsible que con motivo de una ola de odio azuzada por la guerra.

           A nivel individual y colectivo el amor y el odio transcurrían por circuitos similares como el putamen y la ínsula, aunque los circuitos del odio son distintos de los del miedo, las amenazas o el peligro. Ahora bien, la diferencia real entre las emociones del amor y el odio es, paradójicamente, que la primera inhibe al organismo del resto de los sentimientos; se desenchufa mejor con el amor que con el odio. Lógico. El amor conduce a la felicidad. El odio a la guerra y la guerra hay que prepararla; no se puede contemplar desde la inhibición.

EDUARDO PUNSET.
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE. 

sábado, 1 de noviembre de 2014

VIVIR DE UNA CORAZONADA.

              Nuestra conducta está tan determinada por la huella del pasado, de lo heredado, por los estímulos del entorno, y todo ello por el canal de procesos cognitivos en su mayor parte inconscientes, que resulta imposible desaprender sin tomar un atajo. Una de estas vías singulares para desconectarse del universo en que vivimos son las artes que, como la música, son susceptibles de trasladar las mentes a otro mundo que no es el habitual. Otra vía son los sueños y, en términos más generales, la capacidad del inconsciente para recorrer procesos cognitivos insospechadamente sofisticados. Se trata de uno de los descubrimientos más recientes y todavía no asimilados por una gran parte de la propia comunidad científica.

             En las Universidades de Yale, Princeton y Harvard, neurólogos y psicólogos, entre ellos John Bargh están descubriendo una concepción nueva del inconsciente que otorga a las corazonadas un poder hasta ahora insospechado. 

            Resulta que la gente se equivoca casi siempre sobre las causas de su conducta. Hasta hace muy poco tiempo, estábamos convencidos de que cuando se trataba de un problema sencillo, como andar por casa o cerrar los párpados si nos deslumbraba la luz del sol, el inconsciente se encargaba de solventar el problema. Por poco que se complicaran las cosas -como a la hora de decidir si me caso o no me caso, si salgo de viaje o cambio de trabajo- recurríamos a la conciencia para que, utilizando la razón, resolviera el problema. Varios experimentos en las universidades mencionadas han demostrado que esto es, lisa y llanamente, falso.

          Es cierto que ya habíamos descubierto que las corazonadas (las intuiciones o el subconsciente) eran una fuente del conocimiento tan válida como la razón. 

          Los últimos experimentos efectuados están demostrando que el nuevo concepto de inconsciente implica que la conducta de una persona puede ser el resultado de algo que ha ocurrido en el entorno sin necesidad de un acto consciente por su parte ni de que se entere de lo que está ocurriendo. El inconsciente es el responsable por su cuenta no sólo de la mayoría de las decisiiones que tomamos, sino también de las que tienen mucha importancia por la sofisticación o complejidad de los procesos cognitivos implicados. 

         La consciencia sirve, ni más ni menos, que para aprender a distiguir el pasado del presente y el futuro del pasado. La consciencia nos permite situarnos en el tiempo.

       Los humanos no tuvieron consciencia durante muchísimo tiempo. Es un instrumento refinado que no sirve para lo que creíamos, pero que sólo surge a partir de un nivel determinado de sabiduría y capacidad cognitiva.

       EDUARDO PUNSET.
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.