domingo, 7 de junio de 2015

LO PEOR QUE SE PUEDE HACER A UN ANIMAL Y A LOS HUMANOS ES ATERRORIZARLOS.

             Del miedo depende la posiblidad de salvar la vida frente a la amenaza de un depredador. En el empeño de salvar la vida, incluso el insecto más insignificante derrocha esfuerzos inconmensurables; todos, si es necesario.

             El miedo es el motor de este esfuerzo condenado a la nada. En ocasiones, el miedo nos habría salvado la vida precipitando la huida en lugar de buscar el enfrentamiento desigual con el enemigo. 

           A los humanos el miedo nos convulsiona: el miedo cerval a volar fruto de un error cognitivo causado por las estadísticas sobre accidentes de tráfico; el miedo paralizador provocado por la agresión de un psicópata a una joven en el ascensor al regresar a su casa; el miedo a una alarma de bomba en un local cerrado que lleva a la mayoría a huir despavorida buscando, inútilmente, la salida o taponándola con sus cuerpos en su afán para ponerse a salvo.

         El problema del miedo necesario para sobrevivir radica en que nosotros, con algunas excepciones, no calibramos con precisión la respuesta emocional que correspondería, lógicamente, al grado de amenaza. La reacción de un perro que muere de paro cardíaco en su apartamento mientras sus dueños no están frente a la explosión de un petardo o los silbidos lacerantes de los cohetes, es claramente desorbitada.

       Las ratas tienen dos sistemas olfativos: uno les permite oler la presencia cercana de un gato, y el otro barruntarlo a distancia. El sistema olfativo conectado directamente a la emoción del miedo es equivalente a un zoom fotográfico. La rata es consciente de que a cierta distancia merodean otros gatos, pero no le producen miedo por la sencilla razón de que la vida sería insoportable bajo el trauma emocional provocado por todos los gatos, tanto por los que representan una amenaza real por su proximidad, como la mitigada de los que están lejos. 

      Las personas hipocondríacas sufren un desarreglo que las ratas evitan con su doble sistema olfativo: el sistema perceptor único de los humanos es de tal naturaleza que cualquier estímulo, sea real o imaginado, cercano o lejano, está conectado con la emoción del miedo. Es un vivir sin vivir, como dijo Santa Teresa.

      No sólo las ratas nos ganan con su doble sistema olfativo, también los gatos con relación a los perros, por razones que no tienen nada que ver, esta vez, con el sistema olfativo. 

      Un gato que se alerta por la presencia de un perro, si se acurruca a una altura que le permite sentirse seguro, se olvida del perro.

      Si todos fuéramos capaces de calibrar el grado de peligro que comporta una amenaza, el recurso al miedo permitiría que tras la explosión de una bomba en un estadio de fútbol la multitud encontrara de forma ordenada y natural la salida. La teoría de las soluciones de un sistema complejo no puede aflorar si el mismo hecho les produce a unos la parálisis agonizante que dimana del pánico, a otros la necesidad perentoria de buscar desesperadamente una salida, sin parar mientes en la reacción de la muchedumbre, y a otros, en fin, la mezcla de calma y alerta que, de haberse contagiado a los demás, habría soluciando el conflicto sin graves contratiempos.

       Los animales nos enseñan no sólo que el miedo es la emoción básica, sino que está en contradicción con el dolor. 

       El estado de alerta no debe llegar hasta la frontera del terror.
 
EDUARDO PUNSET.
VIAJE A LAS EMOCIONES.

sábado, 6 de junio de 2015

LA FELICIDAD ESTÁ ESCONDIDA EN LA SALA DE ESPERA DE LA FELICIDAD.

           En el hipotálamo hay circuitos que alertan los resortes del placer y de felicidad y sólo se encienden -al contrario de lo que cabría esperar- durante la expectativa. En la búsqueda radica la mayor parte de la felicidad.

       La expectativa de un encuentro sexual o de un nuevo trabajo muy deseado supera con creces la felicidad del propio acontecimiento. 

      No parece arriesgado sugerir que las personas condicionadas por el refrán popular de "aquí te pillo y aquí te mato" pierden gran parte de la felicidad, que mora en el circuito de la búsqueda. En suma, la felicidad está escondida en la sala de espera de la felicidad.
 
EDUARDO PUNSET.
VIAJE A LAS EMOCIONES.